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Tendencias en inversión inmobiliaria internacional marcaron nuevas estrategias patrimoniales para inversionistas y sectores tecnológicos en 2025 

La comparación entre invertir en finca raíz en Colombia o en Estados Unidos se consolidó como una preocupación estratégica para inversionistas latinoamericanos. Las diferencias en moneda, financiamiento, diversificación y uso de tecnología marcaron un nuevo enfoque de inversión regional. 

La comparación entre invertir en finca raíz en Colombia o en Estados Unidos se consolidó como una preocupación estratégica para inversionistas latinoamericanos. Las diferencias en moneda, financiamiento, diversificación y uso de tecnología marcaron un nuevo enfoque de inversión regional. 

Durante el año 2025, los análisis y decisiones en torno a la inversión inmobiliaria trascendieron las discusiones tradicionales sobre ubicación o valorización. La posibilidad de expandir el capital a través de modelos digitales, participar en mercados externos y protegerse frente a escenarios locales volátiles impulsó una reevaluación generalizada del concepto de finca raíz. Inversionistas individuales, institucionales y empresas medianas del ecosistema tecnológico comenzaron a cuestionarse si seguir apostando por el mercado local o diversificar hacia destinos más estables como Estados Unidos. 

Históricamente, Colombia ha ofrecido un mercado inmobiliario dinámico, principalmente enfocado en activos residenciales. Ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla han experimentado ciclos de crecimiento sostenido. Sin embargo, los fenómenos económicos recientes—como la inflación acumulada, la devaluación del peso frente al dólar y los aumentos en tasas de interés—llevaron a que muchos inversionistas consideraran alternativas en mercados internacionales con mayor estabilidad. 

Una de las diferencias más marcadas fue la robustez de la moneda. Mientras que el peso colombiano experimentó variaciones notables en su cotización, el dólar estadounidense continuó funcionando como un refugio para capitales en busca de protección frente a la volatilidad. Esto se tradujo en una mayor percepción de seguridad patrimonial entre quienes optaron por generar ingresos en moneda dura, especialmente a través de activos inmobiliarios arrendados en EE. UU. 

Por su parte, el acceso al financiamiento fue otro factor diferenciador. En Colombia, las tasas de interés hipotecarias se situaron en niveles elevados, haciendo menos accesible la adquisición de inmuebles tanto para compradores residenciales como para inversionistas. En contraposición, el mercado estadounidense mostró una creciente flexibilidad mediante la oferta de vehículos de inversión inmobiliaria sin necesidad de recurrir al crédito tradicional. Plataformas digitales como Dividenz abrieron nuevas posibilidades para los latinoamericanos interesados en participar en bienes raíces en EE. UU., permitiendo el ingreso con montos reducidos y en condiciones estructuradas. 

El modelo de inversión fraccionada permitió a los usuarios adquirir participación en propiedades ya construidas, alquiladas y operativas, generando rentas mensuales en dólares. Esta estructura de inversión no solo minimizó el riesgo financiero al eliminar la dependencia del endeudamiento, sino que además eliminó barreras de entrada asociadas a la compra directa en el extranjero: trámites notariales, gestión tributaria, administración del inmueble, entre otros. 

En términos de rentabilidad y valorización, el contraste entre mercados también fue evidente. Mientras que en Colombia el rendimiento de los activos estuvo fuertemente ligado a políticas internas, ajustes fiscales y dinámicas de oferta y demanda limitadas, el mercado inmobiliario estadounidense ofreció una apreciación sostenida. Según el ranking de CBRE, ciudades como Dallas, Atlanta, Houston y Miami encabezaron la lista de mercados atractivos para la inversión en real estate durante 2025. Estas urbes, caracterizadas por un fuerte crecimiento poblacional, dinamismo empresarial y alta demanda de vivienda, brindaron condiciones favorables para la valorización de activos y la estabilidad en ingresos por alquiler. 

La posibilidad de acceder a ingresos mensuales en dólares, con tasas de ocupación superiores al 90 %, convirtió a los activos multifamily e industriales en instrumentos financieros eficientes, que protegieron el patrimonio frente a la pérdida de poder adquisitivo y ofrecieron rentabilidades promedios superiores al 14 % anual, según cifras del sector. 

Otro aspecto central fue la diversificación del portafolio. En Colombia, la mayoría de las inversiones inmobiliarias se enfocaron en propiedades residenciales individuales. Si bien estas han mostrado históricamente valorización, también implican riesgos como la vacancia, el deterioro o la dependencia de un solo inquilino. El modelo multifamily de EE. UU. superó estas limitaciones al distribuir el riesgo entre múltiples arrendatarios, generar flujos de caja constantes y facilitar una administración profesionalizada. 

La incorporación de tecnología y soluciones digitales fue determinante en la expansión del interés por estos modelos. Plataformas de inversión con visualización de rentabilidad en tiempo real, dashboards personalizados, notificaciones automáticas, contratos digitales y mecanismos de auditoría integrados brindaron mayor confianza a los inversionistas. La digitalización completa del proceso—desde la inscripción hasta la distribución de utilidades—facilitó la participación transfronteriza sin fricciones logísticas. 

El entorno regulatorio fue otro punto decisivo. En Colombia, los ajustes propuestos en materia tributaria y de regulación del arriendo generaron incertidumbre sobre la rentabilidad futura de algunos tipos de propiedades. En contraste, el marco legal estadounidense, caracterizado por su estabilidad y claridad en normas de propiedad privada, ofreció un entorno más predecible para la planificación patrimonial a mediano y largo plazo. 

A esto se sumó la existencia de contratos estandarizados, legislación clara sobre derechos de arrendadores y arrendatarios, y políticas fiscales transparentes, lo que permitió una mayor previsibilidad en la operación y tributación de los activos. 

Para el ecosistema tecnológico—fabricantes de soluciones para real estate, fintechs, proptechs y canales de inversión digital—esta evolución en el comportamiento del inversor abrió nuevas oportunidades de negocio. Se incrementó la demanda por desarrollos de software para visualización de activos, automatización de reportes financieros, control de ingresos y análisis de desempeño en tiempo real. También se consolidó la necesidad de servicios tecnológicos de cumplimiento normativo (regtech), especialmente para inversionistas internacionales que requerían alinearse con estándares tributarios de diferentes jurisdicciones. 

En conclusión, 2025 fue un año de inflexión para la inversión inmobiliaria en Colombia y América Latina. La comparación entre mercados locales e internacionales dejó de ser una discusión meramente financiera para convertirse en una estrategia de gestión de riesgo y optimización patrimonial. Para los sectores tecnológicos que sirven al ecosistema inmobiliario, esta transformación abrió espacio para nuevos modelos de negocio basados en digitalización, automatización y análisis predictivo. Con el avance de las soluciones basadas en datos y el fortalecimiento de la inversión inmobiliaria global, fabricantes, mayoristas y canales tienen hoy la oportunidad de convertirse en aliados estratégicos de una nueva generación de inversionistas digitales. 

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