El pasado jueves primero de mayo, con motivo del Día Mundial de la Contraseña, expertos del sector tecnológico recordaron que las contraseñas han dejado de ser suficientes para proteger la identidad digital. En este contexto, compañías como iProov propusieron enfoques biométricos que prometen mayor seguridad, accesibilidad e inclusión.

El Día Mundial de la Contraseña se celebra anualmente el primer jueves de mayo como una iniciativa global para educar a usuarios, empresas y gobiernos sobre la importancia de proteger el acceso digital a través de contraseñas robustas. No obstante, lo que comenzó como una campaña de concientización ha derivado en una conversación más amplia sobre los riesgos y la obsolescencia del sistema tradicional de claves.
A lo largo de las últimas décadas, las contraseñas han sido consideradas la primera línea de defensa en la seguridad informática. Sin embargo, el crecimiento de los ataques cibernéticos, el aumento de la ingeniería social, el uso de inteligencia artificial para suplantación de identidad, y la generalización del robo de credenciales han dejado en evidencia su fragilidad.
Un estudio citado por iProov, empresa global especializada en verificación biométrica de identidad, reveló que la contraseña más vulnerada en el mundo sigue siendo “123456”, utilizada aún por más de 4,5 millones de personas, a pesar de haberse visto involucrada en más de 42 millones de filtraciones. Esta situación ilustra el agotamiento de las estrategias tradicionales, incluso cuando se implementan políticas de complejidad, cambios frecuentes y autenticación de múltiples factores.

Dominic Forrest, Jefe de Tecnología iProov
“El problema es que las contraseñas confirman que tienes el código, pero no que eres la persona detrás de la pantalla”, señala el informe técnico compartido por iProov, que cuestiona la efectividad real de este mecanismo en un entorno donde los actores maliciosos han desarrollado herramientas para vulnerar incluso las configuraciones más estrictas.
La propuesta que se abre paso en este escenario es la verificación de identidad biométrica, con especial énfasis en la verificación facial pasiva con detección de vida, que permite confirmar que una persona es quien dice ser, sin necesidad de recordar claves o usar dispositivos adicionales. A diferencia de las contraseñas —que pueden ser compartidas, robadas o hackeadas— los datos biométricos son únicos, inherentes y no transferibles.
Dominic Forrest, Chief Technology Officer de iProov, explicó que este tipo de soluciones ofrecen una combinación equilibrada de seguridad, accesibilidad e inclusión, aspectos claves para lograr una transformación digital sostenible y universal. Forrest también destacó que los proveedores que cumplen con las pautas de accesibilidad WCAG 2.2 en nivel AA están demostrando que es posible ofrecer autenticación segura sin poner barreras a personas con discapacidades cognitivas o físicas.
La evolución de tecnologías como los deepfakes, el spoofing avanzado y el uso de modelos generativos para imitar voces y rostros, ha incrementado la urgencia de contar con herramientas que puedan detectar la presencia real de una persona al momento de autenticarse. En ese sentido, iProov ha apostado por una tecnología que no solo reconoce un rostro, sino que también valida que haya una persona viva detrás del dispositivo.
El enfoque de iProov ha sido adoptado por organismos públicos y privados en todo el mundo. Gobiernos como el del Reino Unido, Australia y Singapur han implementado esta solución para servicios críticos como salud, impuestos y seguridad social. También bancos como ING, UBS y Rabobank la utilizan para permitir accesos remotos con altos niveles de garantía, sin comprometer la experiencia del usuario.
En América Latina, donde el crecimiento de la digitalización ha ido acompañado de una mayor exposición a fraudes, el debate sobre la autenticación segura cobra especial relevancia. Colombia, México, Brasil y Chile figuran entre los países más afectados por el robo de identidad, y son también mercados en los que la biometría empieza a ganar terreno como alternativa viable y escalable.
El Día Mundial de la Contraseña de este año no solo sirvió para recordar la necesidad de mejorar las prácticas de seguridad digital a nivel personal, sino también para promover una discusión más amplia sobre la evolución de la autenticación digital. Las contraseñas, que alguna vez fueron el estándar, hoy enfrentan un futuro incierto ante amenazas más sofisticadas y usuarios que demandan experiencias más fluidas y seguras.
En ese contexto, la biometría no aparece como una moda pasajera, sino como una respuesta científica, tecnológica y social a los desafíos de un mundo interconectado y vulnerable. La transición no será inmediata, pero el consenso crece: el futuro de la verificación de identidad ya no se escribe con claves, sino con confianza basada en la biología.